Aprendizaje, personalizado y basado en competencias

La mayoría de los estudiantes pasan el tiempo en la escuela, como si fueran presos, con vistas a ir aprobando y con el tiempo, lograr una titulación. Algunos incluso invierten el doble del tiempo necesario en una materia que quizás ya hayan llegado a dominar. El absurdo de esta exigencia temporal, es uno de los argumentos en las que se apoya Berlin Fang para señalarnos la pertinencia de un aprendizaje personalizado basado en el dominio de competencias.

Aprendizaje, personalizado y basado en competencias

El siguiente artículo ha sido escrito originalmente para WISE ed.review. Para leer el artículo original en inglés, haga clic aquí. Sigue la actualidad de WISE en @WISE_es.

Este artículo es parte de una serie sobre el aprendizaje personalizado (parte 4 de 6).

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Berlin Fang
Director de Diseño de Instrucción en la Universidad Cristiana de Abilene

 

 

 

Según una célebre frase del libro Outliers de Malcolm Gladwell, para convertirnos en expertos de algo, debemos invertir 10.000 horas. Es cierto que, en general, para lograr éxito se requiere mucho tiempo; pero suponer que todos podríamos obtener el mismo provecho de las 10.000 horas, sería lo mismo que asumir que cualquiera, podría hacerse tan rico como lo haría Warrent Buffet con un bote de 10.000 dólares. Cada aprendiz necesita una cantidad de tiempo diferente para dominar un tema concreto; ese tiempo varía en función de diversos motivos, como los conocimientos previos requeridos, el nivel de concentración, los ruidos y distracciones ambientales, y lo más importante, la calidad de la educación disponible. Gastar 10.000 horas injustificadamente es un improductivo trabajo pesado. Los estudiantes competentes (sí, ¡éstos existen!) podrían invertir el mismo tiempo o incluso menos para conseguir más.

La educación basada en competencias ofrece una solución para atender una necesidad diferenciada de inversión en tiempo. Esta idea es bastante común en entornos empresariales, ya que los empleados, no disponen de ningún modo, de periodos de tiempo regulares para aprender. Cuando trabajaba en la primera década del 2000 en la sede china de la Asociación Americana de Dirección de Empresas, estuve implicado en el desarrollo de programas basados en competencias para supervisores, directivos y líderes. A día de hoy, estos programas conservan su popularidad.

Resulta más difícil implementar el modelo de enseñanza basado en competencias en el escenario educativo. Las estructuras escolares y las actividades administrativas y de docencia, se basan en conceptos temporales: bloques fijos para las sesiones de clase, semestres y años académicos para obtener un título. La mayoría de los estudiantes pasan el tiempo en la escuela, como si fueran presos, para conseguir ir aprobando y con el tiempo, lograr una titulación. Puesto que para muchos no es posible la libertad condicional, algunos pasan el doble del tiempo necesario en una materia que quizás ya hayan llegado a dominar. Percibir lo absurdo de esta exigencia temporal, es una de las principales motivaciones que nos conducen hacia el aprendizaje personalizado, que también creo debería estar vinculado a la competencia o a un aprendizaje basado en el dominio.

Aunque los desafíos son numerosos, el aprendizaje por competencias avanza de forma lenta pero segura en el terreno educativo, gracias al esfuerzo de estados como el de New Hampshire y de instituciones como la Western Governors University, cuyo programa de titulación está íntegramente basado en el dominio de las competencias. Las instituciones están también experimentando con diferentes formas de reconocer las experiencias previas de trabajo y aprendizaje en los programas de titulación, para que así el tiempo y los costos requeridos sean inferiores. Gracias a las nanotitulaciones, o microgrados, los reconocimientos y los programas “micro” de certificación, los estudiantes pueden ahora conseguir competencias sin limitarse tan sólo a «dejar pasar el tiempo». La compra de Lynda.com, un sitio web instructivo modular y basado en competencias, por LinkedIn, una red social para profesionales, simboliza, al menos para mí, que el muro entre el aprendizaje y el empleo se está derrumbando.

Tecnológicamente, ahora resulta bastante fácil generar un aprendizaje personalizado basado en competencias, mediante el uso de objetos y sistemas de gestión del aprendizaje. Los cursos online masivos y abiertos (MOOC) facilitan el acceso al público en general, sobre todo a una población que hasta ahora se encontraba desatendida por escuelas elitistas y altamente selectivas. Resulta interesante ver cómo estos cambios alteran el sentido de la educación tal y como la conocemos.

Los docentes ya no tienen por qué esperar a que las universidades y distritos escolares implementen cambios a gran escala, para empezar a educar por competencias. A nivel micro, los cursos pueden incorporar el enfoque de formación basado en competencias mediante un aprendizaje personalizado. La educación basada en competencias requiere un rediseño cuidadoso de los cursos o programas. He aquí algunas sugerencias para avanzar en esta dirección:

Pensar en los resultados. El término competencias suele asociarse a las capacidades que te permiten conseguir un empleo, lo que injustamente hace que la formación en humanidades deje de tener sentido según la opinión de algunas personas. En lugar de eso, deberíamos empezar centrándonos en los resultados que queremos ver en los futuros miembros de nuestras familias, organizaciones y de la sociedad en general; miembros que ahora son estudiantes que se preparan para el futuro. Centrándonos en los resultados, prestaremos la debida atención a los factores que pueden transformar a las personas que aprenden en miembros de la sociedad productivos, colaborativos y felices. Las competencias deben basarse en tales resultados.

Mapa de competencias. Pensando en los resultados, los educadores deben trazar un mapa detallado de las competencias que desean que los estudiantes consigan, el interés de éstas en relación a su crecimiento profesional o personal, los instrumentos con los que medirán dichas competencias y el nivel de dominio que se considerará satisfactorio. Tal mapeo inicial, es una de las tareas más ignoradas en las innovaciones educativas. La gente se lanza a buscar soluciones sin preguntarse primero el por qué ni el qué. Sin resultados claros y personalmente significativos, se camina en cualquier dirección, lo que hace que uno se desvíe.

Cambiar la mentalidad sobre las calificaciones. Un temor que existe sobre la educación basada en competencias es el método de calificación no convencional. La educación basada en competencias suele utilizar un tipo de calificación de apto/no apto, aprobado/suspenso para medir el dominio, y ésto puede percibirse como menos riguroso si se compara con una calificación por porcentajes o basada en puntos. Los educadores deben explicar la lógica de tal calificación, y comunicar a los estudiantes que se espera mucho de ellos. También deben realizar evaluaciones seguras y fiables a fin de asegurar que, efectivamente, se domina el contenido. Si los métodos tradicionales de calificación basados en porcentajes o puntuaciones tienen que utilizarse en algún momento, aplíquelos en el proceso, a modo de evaluación formativa, y como medios para conseguir los resultados finales de «aprobado» o «apto».

Medir el dominio, no la inteligencia. Igualmente es bastante importante establecer los niveles en el dominio de las competencias, en lugar de distribuirlos en curvas de campana, lo que va en contra del auténtico fin de la educación «basada en competencias». ¿Por qué toda una clase o cohorte no pueden superar el mismo examen? Si la educación se reduce a decidir quiénes son las personas más inteligentes (o las más torpes) de un grupo, esto se podría resolver en una comida, un juego o un paseo en grupo. ¿Por qué gastar decenas de miles de dólares y docenas de años probando lo mismo una y otra vez? El sentido de la educación es que la gente aprenda y mejore, no separar el grano de la paja.

Romper con el hechizo de la experiencia. Los estudiantes no pueden dominar una competencia tras otra, a menos que haya una forma de que los educadores dejen de estar cautivados por su propia experticia. A veces los expertos han sido expertos durante tanto tiempo, que no recuerdan por lo que tienen que pasar los principiantes. Las complejidades entrelazadas de las asignaturas, sumergen a los estudiantes en pozos de un caos abismal, donde la educación basada en competencias no tiene cabida. Para ayudarles a dominar competencias, se podrían traducir conceptos en objetos de aprendizaje, pues su dominio aporta claridad y motivación a los aprendices. Hay muchos modos de superar la falta de experiencia. Por ejemplo, crear mapas mentales, utilizar el feed-back de los estudiantes e incorporar la ayuda de personas que desemeñan un rol parecido al nuestro, los diseñadores instruccionales,  que deben ser buenos en la detección de puntos ciegos para expertos en la materia.

Deliberar a conciencia sobre el diseño de la educación. Dispongamos de un documento de diseño para cada lección, con el fin de establecer correspondencia entre resultados, competencias, mediciones, métodos instructivos y medios. Dicho documento, a menudo denominado syllabus (programa) en los Estados Unidos, compromete al docente con la formación que imparte y a los estudiantes con su aprendizaje. Redactar un buen programa o secuencia didáctica, permite al educador trabajar a conciencia en el diseño de la formación, en lugar de simplemente esperar a que la clase empiece y a arrojar conocimiento de un modo desordenado y caótico, con la ilusión de que parte de dicho conocimiento entre en la mente de los estudiantes.

Proporcionar a los aprendices espacios para crecer vertical u horizontalmente. Quien aprende puede pasar con rapidez de una competencia a otra, lo que es motivo de alegría, pero eso genera más distancia con los que están muy por delante o muy por detrás. Con toda la intención, muchas universidades ayudan ahora a los estudiantes con dificultades ofreciéndoles formación complementaria o servicios para compensar. Al mismo tiempo, no podemos castigar a los estudiantes más «rápidos», obligándoles a esperar. Creemos para estos estudiantes oportunidades para profundizar en la experiencia o ampliar sus competencias; por ejemplo, cultivando sus capacidades para enseñar y guiar, pagándoles por ayudar a otros.

Ofrecer recursos. Aunque a los estudiantes se les conceda flexibilidad para seleccionar su ritmo e itinerario de aprendizaje, no podemos suponer que todos, intuitivamente, se acostumbrarán al nuevo modo de aprendizaje. La falta de «estructura» aparente puede realmente generar ansiedad. Es absolutamente esencial suministrar apoyo y recursos a los que acudir en caso de perder la pista.

Las tendencias en el aprendizaje personalizado por competencias, reflejan preocupación por el hecho de que la escolarización institucionalizada esté obstaculizando el aprendizaje, una idea que se dio a conocer ampliamente a partir de la célebre conferencia TED de Sir Ken Robinson, «¿Las escuelas matan la creatividad?». En la escolarización institucionalizada, los estudiantes aprenden para obtener calificaciones y títulos que se han convertido en aros que deben saltar. Si damos a cada aprendiz una A o un título desde el inicio, y a continuación nos centramos en ayudarles a aprender, ¿qué pasaría? Quizás no volveremos a ver a algunos estudiantes nunca más en clase. Quizás empezarán realmente a aprender por su propio bien. Al fin y al cabo, se trata de su dinero. Y es su futuro lo que está en juego. Todo son suposiciones, lo sé, pero con suerte este escenario, así como las sugerencias que ofrecí, harán que más personas se lo replanteen.

Lee el primer artículo (1 de 6): ¿Por qué aprendizaje personalizado?

Lee el segundo artículo (2 de 6): ¿Puede la tecnología garantizar el aprendizaje personalizado?

Lee el tercer artículo (3 de 6): Obtienes lo que mides: Evaluación del aprendizaje personalizado

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